CRÍTICA Y NIHILISMO
Autorx: Claudio Martyniuk
La crítica conserva un aura. Tiene que ser purísima. Pero esa pureza no aparece como una abstracción sino como algo concreto, incluso como lo más concreto y en cierto modo lo más cortante, filoso.
La crítica ya hizo hábito el repudio a lo que ata, a la regularidad, la servidumbre voluntaria. Hábito, eso que hace al sacerdocio. Si religión significa releer, la religión de la crítica practica la relectura disidente, el dogma de la heterodoxia. El crítico habita en esa habitación en crisis, la pone en crisis. Tal hogar no cesa de trabajar en la ecología de la crisis y la critica. Tampoco cesa de desviarse del hábito curvando espacios, partiendo temporalidades, dejando hábitos y hogares, reescribiendo con lengua afilada. La escritura crítica no oculta su pertenencia a concepciones expresivas. La crítica escribe, responde a un mandato, y hace un uso prescriptivo del lenguaje. Escribir, acción realizativa, astillamiento de temporalidades internas a cada campo de intervención crítica. Cambiante caleidoscopio de explicaciones, giros de atenciones sin modos de resolver. Sin respuesta correcta, la revuelta erige a la autoridad de la crítica como servicio. Textura abierta, crítica que implica indeterminación y amor literario por lo radical, desarreglo de los sentidos. Modo de sobrevivir a la opresión, modo también de repensar, atrincheramiento en la tradición de todas las generaciones muertas que oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos. La acción crítica, entonces, difiere indiferencia.
No se pueden dominar las apariciones de la crítica ni sus desapariciones, tampoco se domina el mirar atrás. Ante lo irremediable, la acción crítica se carga de melancolía.
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